Salimos de Badajoz sobre las 8:30 en coche y llegamos a Lisboa. Mi compañero de viaje me hizo el trayecto muy agradable. En el aeropuerto, un señor que nos dio indicaciones muy avanzadas y automáticas nos recogió el coche y nos dirigimos con nuestras maletas a salidas. Hicimos el check-in en las TAP y con poco tiempo de espera y muy entretenido subimos al avión sobre las 14:45, hora portuguesa.
En el avión, nos sentamos juntas Gema y yo y volamos hacia Praga. En el trayecto pudimos ver con gran asombro y admiración los Alpes y al llegar a Praga, la vimos desde lo alto como una gran urbe llena de luces. Antes de llegar a la capital checa, pasamos por Alemania y creemos que sobrevolamos la ciudad de Dresden. Había una gran aglomeración y ciudades pequeñas alrededor, todo eran luces en una noche clara.
Tras aterrizar, en el aeropuerto, nos hicimos unas fotos con unas estatuas de cartón que representaban a corredores de maratón, de diferentes colores y con sus partes pudendas dibujadas sin ningún pantalón.
Después, recogimos las maletas y nos dirigimos al hall del aeropuerto, donde nos esperaba un señor con un aire circunspecto, fuerte y rudo, que nos echó una pequeña bronca por haberle hecho esperar 15 minutos. Con una sonrisa, hasta el tipo más duro se deshace y así, finalmente, resultó ser un señor relativamente agradable, aunque parco en palabras. Habló por teléfono con mi amiga Kate y después de dejar a Gema y su familia en el hotel Piramid, me dejó a mí en la puerta de mi hotel. Vi que hablaba con Kate y ella creo que le dijo que le pagaba algo y él dijo que no. Entonces, yo saqué de mi mochila un sobre de lomo ibérico y se lo regalé. A él pareció gustarle mucho el detalle y sonrió y habló algo más con Kate.
Dejé la maleta y mis cosas en mi habitación del hotel, a la que subí por un ascensor muy antiguo en el que todavía se veía pasar la pared, como en casa de Elena. La casa de Kate estaba exactamente a diez metros de la puerta de mi hotel. Subí y conocí a su marido, que hablaba muy bien español y a su hija pequeña, de cinco años, a la que regalé el doblbe de Harry Potter. Estuve jugando con ella y con el marido y me ofrecieron un vaso de licor, que acepté encantada, aunque era demasiado fuerte para mí. En una mesita pequeña de madera en un pequeño salón cocina, comí un plato de pasta con champiñones exquisito. Ellos ya habían cenado a las seis.
Tras una conversación muy agradable con Kate, nos despedimos de su marido y de su hija y nos acercamos a recoger a Gema y a su familia, que estaban comiendo un restaurante italiano. Allí charlamos un rato y después de no terminar el tiramisú, nos decidimos a dar un paseo por la parte histórica de Praga. Calles vacías, pubs con poca gente dentro, iluminación tenue y muchísima belleza.
Kate nos llevó a un lugar en el que teníamos unas vistas preciosas. A la derecha la réplica de la Torre Eiffel y de frente el Puente de Carlos, el museo, todos los edificios antiguos como algunos iluminados y otros no, pero que desprendían una belleza serena que invitaba a ser visitados de día. La noche era clara y el día siguiente prometía ser muy agradable. Tras caminar por las calles de Praga, dejamos a Gema y a su familia en su hotel y luego Kate me dejó en el mío.
Dobrou noć!
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